Cucho Fita, un músico integral de Pedregales

En los años 70 conocí a Cruz Rafael Velásquez, por cariño la gente lo llamaba “Cucho el de Fita”. Con el devenir del tiempo fueron aumentando sus pseudónimos amistosos, entre ellos estaba: Cucho cachimbo, Cucho mascá, Cucho burrito, Cucho fiscal o sencillamente Cruz Rafael Velásquez. También conocí a Arquímedes Salazar y su hermano Iván (+) tremendos músicos nacidos en la población de El Palito, municipio Marcano del estado Nueva Esparta. En La Salina de Juan Griego estaban los hermanos Thomás Rivas y Vicente Rivas, músicos muy virtuosos y a quien siempre respetamos como ejecutantes de instrumentos de cuerdas. Cruz Velásquez era tremendo músico, fue uno de los primeros que conocí en Pedregales. Cuando Leonel Figueroa, (Moñongo) venía de Caracas a visitar a Pedregales, su tierra natal, casi siempre traía en su equipaje un cuatro nuevo, por supuesto que Cucho Fita lo estrenaba, era el que le daba el visto bueno al sonido y certificaba su calidad. Cucho aprendió a leer pentagramas con el polifacético músico margariteño Teodosio Rojas (Chocho) su maestro, quien vivía en Pedregales, pero era oriundo del Valle de Arimacoa o Valle de Pedro González. Con este extraordinario maestro inició Cucho su carrera musical. Cucho tocaba el cuatro muy bien, la guitarra, el tres y finalmente aprendió solo a tocar el arpa. El primer 45 que se grabó de gaita zuliana en la isla de Margarita fue un trabajo realizado por el grupo musical “Los Gaiteros de Pedregales”. El disco costaba 2 bolívares y los muchachos se dedicaron a venderlo para que fuese metido en todas las rockolas margariteñas. El cuatro lo ejecutaba Tomasito Rivas el de la Salina y Vicente Rivas tocaba otro cuatro, en la maracas Héctor Aumaitre (Héctor el de Pipina), Iván el de Agustina y Gilberto el de Pusuca sonaban las tamboras, en los furrucos se lucían Jorgito y Manijuan, Arévalo Marcano tocaba el charrasco, los coristas eran Severito Rojas y el mocho de Mateíto Rafael Núñez, quienes eran los más jóvenes. A raíz de que eran muchos músicos juntos, decidieron formar otro grupo y le colocaron el nombre de “Los diamantes de la gaita”. Esto sucedió en los años 70. Allí le acompañaban: Severito, Gilberto el de Pusuca, Natico el de Rogelia, Jorgito el de Chica María, Arquímedes Salazar el de Inés quien tocaba el bajo, Arévalo Marcano el charrasco, Iván Gómez la tambora y Cucho Fita tocaba el cuatro. El solista de las 2 agrupaciones siempre fue el cantautor Alberto Fernández, el hijo de la maestra Cruz Antonia (Cucha). Cucho cachimbo relampagueaba ese cuatro porque realmente fue un virtuoso de la música. El colega Leonardo Fernández agrega esta información: “A manera de complementar un poco la biografía del amigo Cucho, debo decir, que este ser humano, tuvo una infancia muy difícil. Su mamá se llamaba Alicia, tuvo dos hijos: Cruz y Aura. Al fallecer tempranamente su madre, le correspondió a Fita (su abuela) asumir la crianza de Cucho, la hermana pasó a manos de un familiar del papá en Porlamar. Las limitaciones económicas, fueron notables en la época, fallece también Fita, por sus trastornos de salud y avanzada edad, y este Ser tiene que afrontar con mucha entereza y desafíos los vaivenes de su existencia. Abandona los estudios de Educación Primaria y luego por el sistema nocturno, obtiene su certificación que le permite ingresar en los cursos para estudiar Fiscal de Tránsito. En el ejercicio de esta carrera, puso de manifiesto su capacidad de responsabilidad; dominio y no ser tentado por el soborno implantado en la época. En la época de muchacho de corta edad, lo acompañé en el diseño de carros de madera, utilizándose las cajas donde venían las velas. Entre nosotros, siempre se hizo presente: el respeto y la armonía de las situaciones presentadas”.
Estudió y luego trabajó como Vigilante de Tránsito por muchos años, hasta que lo jubilaron, llegó a ser Sargento Mayor. Tuvo varios carros donde paseaba, muy orondo, por los pueblos del municipio Marcano. Le encantaban los carros marca FIAT. Su comida preferida era espagueti revuelto con pepitonas picantes. Acompañó a muchos grupos musicales tocando guitarra eléctrica, era un experto en las descargas instrumentales, se la comía, buscaba acordes y notas para darle brillo a su desempeño musical. Alberto Fernández fue su fiel compañero de farra durante muchos años. Tenía algunas manías que debemos destacarlas. Cucho tenía un oído exquisito, cuando tocaba alguna pieza, después de cada canción volvía a afinar el instrumento, ya era un tema que tenía. Para afinar tardaba un semestre y la audiencia inquieta se quejaba de la demora en la afinadera. La frase “Tu afinas más que Cucho Cachimbo” se quedó sembrada para siempre en el pueblo de Pedregales. Cucho se defendía con argumentos valederos. Tocó guitarra eléctrica con el grupo musical “El Combo Dimago” propiedad del amigo Chapalengo, natural de San Juan Bautista. La palabra Dimago se le colocó por la confluencia de músicos de 3 municipios diferentes: Díaz, Marcano y Gómez.
Dejó pocas canciones escritas, algunas grabadas, entre ellas destacan: “Lidia” dedicada a una de sus novias, en la voz de Víctor Lárez (El salinero), y “Mi serenata”, cantada por el profesor Pablo Rodríguez, haciendo la mandolina el extraordinario músico y arreglista pedregalero Johnny Escobar. Dejó otras piezas que debemos rescatar para continuar enalteciendo su legado de buen músico pedregalero. Se puso a vivir con la señora Haydee Mata y esta mujer le parió un poco de muchachos, solo uno de ellos, Miguelito, le gustó la música como tal. Vivió varios años casa de la señora Agustina en la calle Santa Cruz de Pedregales y en el día usted lo podía localizar en la Plaza Ferrer, allí echaba sus camarones en los bancos de dicha plaza. Tellito Marcano le hizo un poco de décimas donde describía jocosamente la vida de Cucho. Con cualquier lápiz, un pedazo de palo y un poco de hilo de alpargata hacía un capotraste o capodastro, utensilio utilizado para bajar o subir las notas musicales.
Una vez en la calzada de Chamané Vásquez, Leonel Figueroa, el conocido Moñongo trajo de Caracas un instrumento de 5 cuerdas llamado Quinto. Cucho lo joropeó bastante para probarlo. Después de tomarse unas cuantas copas, el señor Ángel el de Zoila, comiendo casquillo que le daba otro compañero de farra, le quitó el Quinto a Cucho y lo pegó con furia de la calzada de la casa de Chamané. Esta escena le puso fin al hermoso Quinto que Moñongo había traído con mucho esmero de la capital de la República de Venezuela. Los muchachos de la época le hacían a Cruz Velásquez muchas maldades, le colocaban piedras en los cauchos para que Cucho se pusiera bravo y peleara hasta el cansancio. Le colocaban un montón de potes de jugos amarrados con nailon en el tubo de escape para que cuando arrancase con su carro hiciera un estruendo al salir. Otra rabia más para el flaco.
Peché y Agustina lo quisieron mucho, a veces le brindaban comida en su casa y le daban cobijo. Agustina le dijo un día que le enseñara a su hijo Carlos Julián a tocar el cuatro. Cucho aceptó el reto, le mostró en 5 segundos como 50 notas musicales que el niño no asimiló nada y quedó viendo para el cielo buscando consuelo. La canción para enseñar al niño a tocar el cuatro fue “A cuerpo cobarde”, tema que popularizó Gualberto Ibarreto y que estaba pegada en las emisoras del país. Esta canción estaba recién salida al mercado discográfico, pero Cucho, que no tenía paciencia para enseñar, tomó esta canción como modelo y le dio a Carlos Julián las primeras notas musicales de la canción, pero a una velocidad extrema que el muchachito no le dio tiempo ni siquiera fijar alguna nota para practicarla. José Ramón Díaz y quien escribe, contemplamos, muertos de risa, la clase magistral que Cucho le dio al niño Carlos Julián quien no aprendió nada en esta primera lección de cuatro. Cucho murió todavía joven, sus restos fueron sembrados en el cementerio de Pedregales. Paz a su alma.
Cumaná, 03-11-2.021

Texto: José Gregorio Figueroa Delgado (El Figue)
Foto: Cedida por José Ramón Díaz